Saludos desde la inopia.

Estimados pasajeros: bienvenidos a bordo. Les habla el piloto automático del vuelo "UL- A- CHANEL 5" con destino a la inopia. El tiempo estimado de vuelo será desde ahora hasta el amanecer. Les recordamos que en este vuelo está permitido fumar. Les rogamos apaguen sus móviles/celulares y mantengan sus cinturones Des-abrochados.

jueves, 23 de abril de 2009

Sin palabras


Con un leve roce en mi hombro me hizo saber que estaba allí. Sus caderas me dijeron ¿vienes? y mis pies dijeron sí. Al entrar en su habitación sus ojos me dijeron este es mi rincón que hoy será nuestro rincón, mis cejas dijeron de acuerdo. Su desnudez me dijo soy tuya y sus brazos dijeron y tú eres mío. Su cuerpo sin ropa me hizo una pregunta y encontró la respuesta entre mis piernas. Sus labios iniciaron un intercambio de opiniones con mis dientes, coincidiendo en todos los puntos. Su piel susurró a mi piel y mi piel a la suya. Su aliento en mi nuca me hizo promesas que jamás pensé que podrían cumplirse. Mis manos hablaron con sus senos de hermosas cimas y cumbres apuntando al cielo, y a su sexo húmedo de grutas, exploraciones y pequeños temblores; las suyas le cantaron a mi espalda dibujando un pentagrama con sus uñas. Su boca le habló a mi miembro de tersura, calidez y placeres líquidos. Mi boca le narró a su ombligo las discusiones que mantenía mi lengua con el vello de su pubis. Sus piernas abrazaron mi cintura con un discurso sobre el ritmo y la cadencia. Nuestros fluidos se mezclaron y se catalizaron en un debate en el que se no se rebatieron unos a otros. Nuestras caras suspiraron, resoplaron y gritaron cuando nuestros cuerpos se tensaron y se relajaron seguidamente. Finalmente, mis ojos le dijeron deseo que me ames, y la sonrisa de sus labios me dijo deseo amarte. Ahora sólo me quedaba escuchar su voz.

FIN

Nota: Sin palbras es como me he quedado............gracias muñequito, duro...de plástico duro....jijijiiji

miércoles, 22 de abril de 2009

Murete, desamor mio



Este texto se lo dediqué hace unos años a nadie de quien me enamoré de modo instantáneo y de quien me desenamoré instantáneamente.
Uno, dos, tres, cuatro. No quería que tuviera una muerte dulce. Quería que le estallara esa mirada miserable de juez negro entre los cuervos más negros, que su puta ética se encendiera y le dejara bailar sin cuerda en su cajita de madera el tiempo justo para hacer la condena eterna; quería que se muriera retorciéndose también por fuera. Cinco, seis, siete. Le pintó sin alma entre las ruinas de Atenas con una sandía reventada en el pecho. Ocho, nueve, diez: has muerto.
Destacaban los ojos pardos de Perita, su sonrisa tierna, su carita redonda, destacaba de Perita lo primorosa que era. Viéndola bordar sentadita en su puerta nadie diría que pensaba en estas cosas.

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